Posiblemente descendía de alguna princesa medieval que alguna vez fue secuestrada y encerrada en oscura cueva custodiada por bravos y celosos dragones.
O tal vez en alguna vida anterior le tocó ser un valiente caballero medieval que murió incinerado al tratar de aniquilar a algún temible dragón que asolaba sin piedad a la región.
O quizá tan sólo se trataba de una neurosis muy avanzada en la que -como decía su psicólogo- ella, en las profundidades de su inconsciente, veía a su marido como un gigantesco y escamoso monstruo volador que arrojaba fuego por la boca.
Una mañana ella amaneció calcinada en su cama. Nunca nadie pudo aclarar la naturaleza de esa extraña muerte.
lunes, 23 de junio de 2008
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