miércoles, 11 de marzo de 2009
El espíritu del bar
En su larguísima existencia, había sido espíritu de muchas cosas: teatros, casonas, cementerios, trenes, bosques, etc.
Se cansó de asustar y molestar a los humanos, de hacer maldades, de fastidiar a animales y plantas.
Estando ya completamente desanimado de su existencia (pero a la cual no podía renunciar), un primo suyo (también espíritu, desde luego) lo invitó a un extraño lugar que los humanos llamaban bar.
Ahí conoció a un tercer espíritu, pero de una naturaleza muy diferente: éste no hablaba ni se dejaba ver, sino que simplemente se escondía en las bebidas para después llegar al cerebro de los humanos, y, en vez de fastidiarlos, los mareaba y divertía.
Así, el recién llegado decidió echar raíces en ese lugar tan ameno, y entró en relación íntima con el espíritu del vino, quien ahora es su mejor amigo (aunque éste no diga ni pío).
Desde entonces ahí radica, escondido en la barra, cerca de donde descansan los vinos y licores. No sólo no molesta a los asistentes borrachos, sino que les cuenta chistes y les hace gracias –de las que conoce muchas- a cambio de que le paguen alguna bebida.
Todo lo anterior le resulta increíblemente extraño, considerando que vivió la vida equivocada durante decenas de miles de años…
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