
¿En qué consistía su magia?
Ni él mismo sabía por qué, pero le bastaba con definir a los personajes principales de sus cuentos, para que ellos se encargasen del resto: de generar la trama, de asignarse roles, de concretar finales felices.
Así, el escritor mágico solamente escribía lo que sus personajes hacían y decían. Gracias a este misterioso método, él era muy exitoso en su profesión.
Sin embargo, un día todo le salió mal. Escogió como personajes a una bella hada, a un espléndido elfo y a un peligroso hombre-lobo.
Los tres se pusieron de acuerdo en que tanto el elfo como el hombre-lobo pretenderían al hada.

Pero al hombre-lobo finalmente no le pareció el acuerdo, y saliéndose del libreto acordado, mató al elfo.
El escritor pretendió borrar este último párrafo para dejar las cosas como deberían ser, pero en su distracción no se dio cuenta que una enorme luna llena asomaba por la ventana de su estudio.

Inmediatamente, el hombre-lobo regresó al cuaderno, raptó a la indignada hada, la llevó a su caverna, y se apresuró a escribir FIN al final del cuento.
Nadie, nunca jamás, podría cambiar esa triste historia.