sábado, 21 de mayo de 2011
El informe
Xmorik era el alienólogo en jefe de aquella expedición. El trabajo de su avezado equipo consistía en estudiar a todas las criaturas del universo que cumplían con la normatividad de especie inteligente, en definir sus opciones existenciales, en registrar sus costumbres y habilidades, en analizar sus posibilidades de supervivencia, todo esto con el objetivo de integrarlas al Gran Catálogo de Alienígenas Racionales que pronto quedaría totalmente concluido.
Xtarik, su ayudante, estaba redactando el informe final de la visita al planeta HG30567, con el cual se concluiría la exploración de ese mundo.
Una vez acabado, Xmorik procedió a leer en voz alta dicho informe para que sus colegas lo aprobasen:
“Pagarés, maldad, hipotecas, demandas, inflación, carestía, crisis, guerras, secuestros, xenofobia, narcotráfico, amenazas, epidemias, divorcios, envidias, celos, hipocresía, mentiras, desabasto, racismo, terrorismo, mala voluntad…”
Xtarik, autor del informe, quiso poner punto final al desagradable tema ante la sorprendida cara de sus compañeros, interrumpiendo a su jefe:
“Están jodidos. En fin, son seres humanos.”
El dragón de Komodo
Finalmente se dio cuenta de que el exterior simplemente no existía.
Todo aquello que siempre había vivido tan intensamente –hechos, acciones, emociones, afectos, éxitos, fracasos, frustraciones, alegrías- había sido tan sólo un producto de su imaginación.
Hasta su cuerpo era imaginario.
El paradigma de que sólo en un cerebro físico se podían contener pensamientos y razonamiento, quedó descartado en aquel sublime momento de iluminación.
Para despedirse de aquella ilusión de corporalidad y realidad exterior, se sirvió una copa de vino Oporto para disfrutar por última vez del aroma, del sabor y del relajamiento que el licor le producía.
Después, decidió cambiar su paradigma humano por el de un dragón de Komodo.
Inmediatamente sintió sus poderosas garras y la fuerza de su cola. Percibió el olor de una hembra en las cercanías y decidió ir por ella.
Una nueva forma de vida, con todas sus implicaciones, había quedado definida en su portentosa imaginación.
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