domingo, 19 de abril de 2009

Tiempos modernos


Corría el siglo XXIII.

Los duendes ya habían sido considerados genéticamente como una especie de homo sapiens, aunque ellos insistían en que eran fantásticos. Salvo excepciones, todos vivían en reservaciones protegidas por los ecologistas.

Se habían encontrado suficientes fósiles de dragones como para desmitificarlos, y algunos laboratorios genéticos competían entre sí para reproducirlos y soltarlos en montañas aptas para el turismo dragonil.

Existían viveros en los que las hadas criaban exitosamente a sus larvas, y su polvo mágico se vendía sin limitaciones en los supermercados.

Todo eso estaba bien, pero la falta de magia y fantasía en que cayó la humanidad, había generado una grave crisis psicológica y social.

El alcoholismo, la drogadicción y los suicidios fueron la respuesta humana a tantos descubrimientos científicos que habían acabado con el encanto de aquellas maravillosas criaturas.