Su vocación nunca fue la limpieza, por lo menos no aquel tipo de limpieza en el que se especializan las escobas.
Fue comprada de nueva por un ama de casa en la tienda, pero al no servir para su propósito original -barrer los pisos- fue arrojada a la basura casi sin haber sido usada.
El camión de desperdicios la llevó a un tiradero cercano al bosque maldito, el de las brujas.
Fue comprada de nueva por un ama de casa en la tienda, pero al no servir para su propósito original -barrer los pisos- fue arrojada a la basura casi sin haber sido usada.
El camión de desperdicios la llevó a un tiradero cercano al bosque maldito, el de las brujas.
Como estaba casi nueva, fue encontrada y recogida por una bruja carroñera que pepenaba los desperdicios. Le pareció un excelente vehículo, por lo que la llevó a su pocilga ilusionada con poseer una escoba voladora. Le enseñó a volar y le tomó confianza.
Así, el día menos pensado, cuando la bruja volaba muy alto, la escoba se zarandeó y la hizo caer a un abismo. Sus huesos quedaron totalmente fracturados, además de haber muerto de un infarto durante la caída.
Nadie se dio cuenta de aquello, así que la escoba voló discretamente de nuevo al tiradero de basura, en donde esperó a que apareciera otra bruja.
Pronto fue encontrada por otra entre la basura, y se repitió la historia una y otra vez hasta que el bosque maldito quedó libre de brujas.
Hoy la escoba de este cuento reposa feliz en el tiradero de basura, sabiendo que finalmente su vocación sí fue la limpieza, aunque no precisamente aquella para la cual fue fabricada.
Así, el día menos pensado, cuando la bruja volaba muy alto, la escoba se zarandeó y la hizo caer a un abismo. Sus huesos quedaron totalmente fracturados, además de haber muerto de un infarto durante la caída.
Nadie se dio cuenta de aquello, así que la escoba voló discretamente de nuevo al tiradero de basura, en donde esperó a que apareciera otra bruja.
Pronto fue encontrada por otra entre la basura, y se repitió la historia una y otra vez hasta que el bosque maldito quedó libre de brujas.
Hoy la escoba de este cuento reposa feliz en el tiradero de basura, sabiendo que finalmente su vocación sí fue la limpieza, aunque no precisamente aquella para la cual fue fabricada.