lunes, 27 de octubre de 2008
El sembrador de vientos
Dicen por ahí que quien siembra vientos recoge tempestades. Seguramente hay mucha gente así, es innegable, pero su caso era muy diferente.
Él conocía la forma de generar brisas agradables para refrescar los cálidos veranos en las playas y en las ciudades, para amainar los calores en los plantíos y ayudar así a los recolectores, para mantener frescas las frutas almacenadas, para que los niños volasen sus cometas apaciblemente en los parques, para que los espantapájaros cumpliesen su necesaria función, para que los veleros llegasen a puerto seguro.
Sus amigas, las veletas, disfrutaban mucho de su existencia, pues a él se debían, y en señal de agradecimiento apuntaban siempre a la dirección que él quería.
Un día, Eolo, dios del viento, envidioso, decidió quitarle sus poderes. Destruyó su granja y permitió que la cosecha creciera silvestre.
Fue entonces que nacieron los devastadores huracanes.
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