
Justo en el momento del parto, uno de los tres dragones descendió ante la sorprendida población,

Los dragones nunca se fueron de las cercanías de la aldea. La gente se acostumbró a ellos, e incluso apodaron a Mariana, por aquella extraña situación, la niña de los dragones. Cuando Úrsula la sacaba a pasear, los tres dragones aparecían inmediatamente en el aire, y la sobrevolaban como protegiéndola. Nadie entendía aquello, pero estaba claro que alguna relación había entre aquella pequeña niña y estos alados seres que jamás le harían daño.
Un sorprendente día, los aldeanos fueron testigos de que uno de los dragones bajó a acariciarla dulcemente con una de sus poderosas garras.
La nena crecía año con año, y pronto llegó a la adolescencia. Para ella los dragones eran seres amigos. De alguna manera sabía que ellos la protegían.
Un día, cuando Mariana tenía diecisiete años, una peste acabó con su vida. Los dragones nada pudieron hacer cuando esto ocurrió. Sobrevolaron su entierro con un vuelo triste y pausado, demostrando su dolor, su luto. Nunca más volvieron a la aldea.
