lunes, 17 de agosto de 2009

El duende que brincaba


Un día se aburrió de brincar y brincar.

Tal vez fue la madurez, tal vez el cansancio, o posiblemente el inicio de la vejez, pero de pronto empezó a cuestionar tantos brincos durante toda su vida.

Fue entonces que el duende se preguntó por qué brincaba.

¡No tenía la menor idea de por qué lo hacía!

Concluyó entonces que había sido programado para ello desde su nacimiento, algo así como un destino inmutable, absoluto.

Descansó un rato, y al no encontrar respuesta a su enorme duda existencial, retomó sus brincos. Eran parte de la vida, indudablemente.

El duende murió brincando.