sábado, 31 de enero de 2009

El asesinato pasional de una musa inocente


De manera inesperada, aquella noche su musa no se presentó, lo cual era sorprendente, pues ella siempre regresaba oportunamente a su cerebro.

El novelista, habituado como estaba escribir historias de amores infieles noche tras noche, imaginó lo peor. Embebido de una extraña paranoia típica de sus personajes, construyó para sí mismo una historia terrible de enredos y engaños amorosos, seguramente inspirado por alguna musa perversa y celosa que aprovechó la ausencia de la otra para desplazarla.

Pero en vez de plasmar en el papel esa historia, ideó el crimen perfecto, el asesinato implacable de una musa infiel que supuestamente tenía varios amantes.

Cuando la inocente musa regresó del remanso en donde había pasado una noche muy productiva, encontró a mano un ánfora con néctar de bugambilia azul, su alimento favorito, y lo bebió sin saber que estaba envenenado.

Cuando la musa agonizaba por el tósigo ingerido, el novelista, todavía muerto de los celos, quiso saber con quién lo engañaba, así que la presionó para que hablara.

Ella le dijo, con la voz entrecortada y asfixiante, que siempre le había sido fiel, que había pasado aquella noche buscando un personaje inusitado para sus novelas, y que finalmente lo había encontrado. Lamentablemente falleció antes de poder describirlo.

Ahora el arrepentido novelista sólo escribe historias tristes de amores que se perdieron, desesperados culebrones lacrimógenos sin ningún sentido ni encanto, cuentos absurdos que a nadie apetece leer.