domingo, 21 de diciembre de 2008
El remanso
No había sido fácil crear aquel lugar tan agradable, y mucho menos el darle confianza a las delicadas criaturas que ahora lo frecuentaban.
Entre aquellos tenues seres había un temor instintivo a los humanos, y él era, lamentablemente, uno más de aquella aberrante especie predadora.
Miles de años de cacería indiscriminada, de persecución implacable, las habían hecho desconfiadas respecto a su especie, así que tuvo que construir algo de verdad apacible, además de romper temores bastante justificados.
Pero hoy la labor estaba casi completa: decenas de hadas del género amirabis habían establecido sus nidos en su paraíso artificial, y sus larvas se desarrollaban adecuadamente, en un clima templado y dulce.
Orgullosamente podía decirse que estas hadas ya no eran criaturas en riesgo de extinción, pero aún había que velar por ellas, pues decenas de cazadores furtivos anhelaban atraparlas para succionarles su esencia mágica, en donde radicaba su capacidad de generar ilusiones y optimismo en todas las criaturas del universo.
Ellas eran la única opción de los seres vivos para seguir creyendo en que el día siguiente sería mejor que el anterior, y eso era, de verdad, invaluable.
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