Su vocación era de sopa casera, pero la vida lo obligó a ser un desagradable brebaje.
Él hubiese preferido haber sido preparado en una higiénica cocina doméstica con sazonadores agradables y por una dulce ama de casa con mucho amor a sus hijos, pero lamentablemente le tocó ser formulado en una oscura pocilga por una bruja asquerosa, y en una inmunda cacerola con sarro y abolladuras.
Algunos de sus ingredientes sufrían como él, pues las deliciosas coles y las nutritivas espinacas fueron combinadas con sucias alas de murciélago sarnoso, con colas de alacrán rojo y asqueroso excremento de sapo del pantano. Aquello era la mayor humillación que jamás había sufrido un brebaje.
Igualmente, él hubiese querido ser algo calentito, nutritivo y agradable para el estómago de los niños buenos, pero fue preparado para convertir en serpiente a un ogro vecino a quien la bruja odiaba por sus eructos sonoros y mal olientes.
Aquella noche, cuando el ogro llegó a su antro bastante cansado después de haber salido a aterrorizar a las princesas del reino, se encontró sobre su mesa un plato sopero con algo que, para su abominable gusto, tenía buena apariencia y olor.
Sin siquiera pensar en el origen de aquella –para él- antojadiza sopa color café excremento, el ogro empezó a sorberla con toda clase de ruidos y de eructos.
Ya dentro del oscuro y pestilente estómago del ogro, el brebaje resignado hizo enormes esfuerzos de concentración para no convertir a la horrible y asquerosa bestia en una espantosa serpiente.
Finalmente, apoyado por las coles y las espinacas, y a pesar de las actitudes negativas de las colas de alacrán, de las alas de murciélago sarnoso y del excremento de sapo del pantano, el brebaje se convirtió en poción de amor, e hizo que el ogro se transformase en un hermoso e inofensivo colibrí.
Moraleja: aunque la vida te haya convertido en un desagradable y mal oliente brebaje, debes intentar ser una poción de amor, o, por lo menos, una sopa casera, sabrosa y nutritiva.
Él hubiese preferido haber sido preparado en una higiénica cocina doméstica con sazonadores agradables y por una dulce ama de casa con mucho amor a sus hijos, pero lamentablemente le tocó ser formulado en una oscura pocilga por una bruja asquerosa, y en una inmunda cacerola con sarro y abolladuras.
Algunos de sus ingredientes sufrían como él, pues las deliciosas coles y las nutritivas espinacas fueron combinadas con sucias alas de murciélago sarnoso, con colas de alacrán rojo y asqueroso excremento de sapo del pantano. Aquello era la mayor humillación que jamás había sufrido un brebaje.
Igualmente, él hubiese querido ser algo calentito, nutritivo y agradable para el estómago de los niños buenos, pero fue preparado para convertir en serpiente a un ogro vecino a quien la bruja odiaba por sus eructos sonoros y mal olientes.
Aquella noche, cuando el ogro llegó a su antro bastante cansado después de haber salido a aterrorizar a las princesas del reino, se encontró sobre su mesa un plato sopero con algo que, para su abominable gusto, tenía buena apariencia y olor.
Sin siquiera pensar en el origen de aquella –para él- antojadiza sopa color café excremento, el ogro empezó a sorberla con toda clase de ruidos y de eructos.
Ya dentro del oscuro y pestilente estómago del ogro, el brebaje resignado hizo enormes esfuerzos de concentración para no convertir a la horrible y asquerosa bestia en una espantosa serpiente.
Finalmente, apoyado por las coles y las espinacas, y a pesar de las actitudes negativas de las colas de alacrán, de las alas de murciélago sarnoso y del excremento de sapo del pantano, el brebaje se convirtió en poción de amor, e hizo que el ogro se transformase en un hermoso e inofensivo colibrí.
Moraleja: aunque la vida te haya convertido en un desagradable y mal oliente brebaje, debes intentar ser una poción de amor, o, por lo menos, una sopa casera, sabrosa y nutritiva.