viernes, 12 de febrero de 2010
La última semana
El Calendario estaba aburrido y cansado. Se le había asignado reglamentar el paso de los días, de las semanas, de los meses y de los años con toda puntualidad para toda la vida. La humanidad, los animales, las plantas y los astros cumplían con sus ciclos ante él de manera inevitable.
Pero un día se dio cuenta de que era tal sólo un anciano insatisfecho que jamás había logrado una día perfecto para la vida, que sus fechas estaban todas ensangrentadas por eventos indeseables. No recordaba un solo día bueno ni tenía ya claros sus ancestrales objetivos.
Decidió enfrentarse al Padre Tiempo, a la Madre Historia, a todas las Efemérides, a los Aniversarios, al Año Nuevo, al Año Viejo y a las Estaciones.
Ese día el Calendario, feliz y voluntariamente, dejó de existir.
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