sábado, 25 de mayo de 2019
La batalla
La mosca, fingiendo estar distraída, se dejó atrapar por una pegajosa telaraña.
Cuando la araña sintió las vibraciones del movimiento desesperado del insecto, empezó a avanzar hacia éste para devorarlo.
Justo cuando estaba a punto de clavarle sus afilados incisivos, la mosca, haciendo uso de un antiadherente de última generación, salió de la trampa y disparó un dardo envenenado al ingenuo arácnido.
Éste, a increíble velocidad, se vio envuelto por un chaleco antidardos, y con sus dos patas delanteras, lanzó un chorro de fuego con un lanzallamas inédito.
La mosca evitó las quemaduras gracias a un impermeable anti-fuego que traía puesto, y respondió atacando a la araña con un arma de rayos laser. Ésta emitió una capa protectora antiláser, sacó un lanzamísiles increíble, y…
Fue entonces cuando ambas, mosca y araña, fueron atrapadas por el lengüetazo de un sapo hambriento que nada sabía de tecnologías modernas.
La mosca le supo a gas mostaza, y la araña le resultó un poco dura por una armadura de platino que traía puesta, pero ambas fueron digeridas adecuadamente.
Un satisfactorio eructo del sapo dio por concluidas las hostilidades.
La última semana
El Calendario estaba aburrido y cansado.
Se le había asignado reglamentar el paso de los días, de las semanas, de los meses y de los años con toda puntualidad para toda la vida.
La humanidad, los animales, las plantas y los astros cumplían con sus ciclos ante él de manera inevitable. Pero un día se dio cuenta de que era tal sólo un anciano insatisfecho que jamás había logrado una día perfecto para la vida, que sus fechas estaban todas ensangrentadas por eventos indeseables.
No recordaba un solo día bueno ni tenía ya claros sus ancestrales objetivos.
Decidió enfrentarse al Padre Tiempo, a la Madre Historia, a todas las Efemérides, a los Aniversarios, al Año Nuevo, al Año Viejo y a las Estaciones.
Ese día el Calendario, feliz y voluntariamente, dejó de existir.
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