sábado, 1 de mayo de 2010
El punto final
Era un punto particularmente engreído.
Es cierto que en un cuento (del tamaño que sea) existen muchos puntos: los que finalizan los renglones; los que concluyen los párrafos; y los que cierran los capítulos.
Pero existe un punto definitivamente importante, que es el que cierra de una vez por todas cualquier cuento o historia. Se le conoce como el Punto Final. Más allá de él, nada existe, y todo queda finiquitado para siempre.
Por lo tanto, el punto de esta historia -que estaba plenamente consciente de su relevancia- era un punto particularmente engreído.
Pero no era su único defecto.
También era sádico: en los vaivenes que el intrigante autor generaba en el cuento, en el que a veces los buenos dominaban la situación y a veces los malos hacían de las suyas, el punto de esta historia especulaba planeando sobre los renglones y los párrafos, amenazando a unos y otros con acabar el cuento en cualquier momento, generando tensión, incertidumbre y angustia a los sufridos personajes.
Pero también era corrupto: el villano de aquel cuento ofreció una buena cantidad de tinta fresca para que el Punto Final acabase la historia justo cuando la princesa buena era secuestrada por ese malvado.
Los demás personajes nunca pudieron reaccionar ante aquello. El cuento quedó concluido a favor de los malos.
El Punto Final demostró orgullosamente al mundo su consabida prepotencia.
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