Omar era un vampiro bueno. Antes de que su ADN humano
hubiese sido contaminado con la proteína AXV debido a la mordida en la yugular
de otro vampiro, él era una persona maravillosa, amigable, propositiva…un
tipazo.
De repente despertó vampiro, y nada podía hacer al respecto,
ni para bien ni para mal:
Para bien, porque -salvo que le clavasen una estaca en el
corazón mientras durmiese, o lo atravesase una bala de plata- él era inmortal.
Para mal, porque sentía un apetito insaciable de sangre
humana que lo mortificaba.
En su primera noche en aquella situación -sintiendo un
hambre atroz- salió en busca de humanos apetecibles. Encontró a una deliciosa
jovencita, sola e indefensa, saliendo de una discoteke, y pretendió morderla en
el cuello para succionarle la sangre. Apenas rasguñó con sus afilados colmillos
la suave piel de la adolescente, sintió lástima de sí mismo, y la dejó escapar,
horrorizado de sus propios alcances.
Renunció a esa opción, a cambio de regresar a su sarcófago a
sentir retortijones de hambre.
Al día siguiente lo volvió a intentar, con resultados
idénticos: aquella dama de sociedad que salió de la fiesta sola a fumar un
cigarrillo, colmó su frustración sin siquiera haberla tenido a su alcance.
No: si bien necesitaba sangre humana, no era capaz de atacar
víctimas inocentes.
Varias noches más de horrible ayuno le hicieron pensar en
robar en los bancos de plasma sanguíneo. Había uno cerca de su refugio, que
surtía de sangre al hospital infantil contiguo.
Una vez dentro de éste, justo enfrente de los frigoríficos
en donde se conservaba el preciado líquido, se dio cuenta de que esa sangre
permitía que criaturas humanas sobreviviesen a accidentes o intervenciones
quirúrgicas. Y de nuevo, con un hambre inimaginable, el vampiro decidió no
robarla. Fue otra noche con hambre espantosa.
Ya empezaba a debilitarse por desnutrición, cuando finalmente
encontró la solución: habiéndose plantado frente a un hotel de paso, vio salir
de ahí a una mujer con su amante. La siguió hasta su casa, quedándole claro que
ella era adúltera. Informarse de quién era fue de lo más fácil. Al día
siguiente, la dama extorsionada por el vampiro llevó al refugio de éste un delicioso
litro de sangre fresca O positiva, entendiéndose que ella debía hacer la misma
entrega cada semana.
En poco tiempo, decenas de delincuentes le cubrían puntualmente
y a domicilio sus cuotas de todo tipo de sangre, so pena de que la policía se
enterase de sus fechorías.
Fue así como Omar, el vampiro bueno, logró sobrevivir de
excelente manera en una sociedad como la nuestra, llena de pecadores
disfrazados de gente positiva.