No es mi caso. Mi prestigio de alto ejecutivo de empresas multinacionales y uno que otro doctorado Honoris Causa en universidades del primer mundo, me vacunan contra la llegada disruptiva de hombres de blanco en ambulancia con rejillas en las ventanas, dispuestos a colocarme una camisa de fuerza denigrante y detestable.
Mi realidad es maravillosa. Convivo con seres extraordinarios. No hablo de cenar eventualmente con Bill Gates o George Soros. Estos amigos –igual que Hillary Clinton, Condoleeza Rice o Paris Hilton- son frecuentes en mi saturada agenda.
Hablo de convivir con duendes, gnomos, musas, fantasmas, dragones de colores, ranas encantadas, sapos ganadores de premios Nobel, de vampiros homosexuales que buscan mi asesoría, demonios aburridos, ángeles rebeldes, extraterrestres ingenuos extraviados en el planeta Tierra, zombies cansados de serlo, hombres lobo más nobles que una mascota, brujas arrepentidas, hadas madrinas frustradas, yetis del Himalaya que reclaman su lugar en la evolución de las especies, sátiros mitológicos, cíclopes anacrónicos, cancerberos desempleados y seres de la quinta dimensión.
Todos ellos me visitan frecuentemente. Han de pensar que soy un psicólogo de ciencia ficción o un genio de lámpara de Aladino. Me piden que haga milagros para convertirlos en seres reales, como tú o como yo.
Generalmente los acuesto en mi diván de piel de olimote rayado y trato de ubicarlos en la objetividad. La mayor parte de mis amigos de los mundos alternos creen que mi mundo es mejor que el suyo.
“No”, les digo. “Mi mundo está contaminado por gases de combustión generados por la ambición de unos pocos. La gente que me rodea tiene prisa, es obsesiva y neurótica por ganar dinero, fama o poder. Salvo escasas excepciones, todos aquellos humanos con los que convivo no ven más allá del largo de su brazo. Carecen de la magia necesaria para ser felices. Adoptan actitudes egoístas que no llevan a ninguna parte. El amor y la buena voluntad son tan escasos en mi mundo como los diamantes de Xtabay, el reino fantástico del mundo fantástico, la quimera de las quimeras”.
Después de muchas visitas sorpresivas de amigos de cualquier universo inexplicable y de convivir con los seres humanos, estoy a punto de pedir asesoría psicológica a duendes, gnomos, musas, fantasmas, dragones de colores, ranas encantadas, sapos ganadores de premios Nobel, vampiros homosexuales, demonios aburridos, ángeles rebeldes, extraterrestres ingenuos extraviados en el planeta Tierra, zombies cansados de serlo, hombres lobo más nobles que una mascota, brujas arrepentidas, hadas madrinas frustradas, yetis del Himalaya que reclaman su lugar en la evolución de las especies, sátiros mitológicos, cíclopes anacrónicos, cancerberos desempleados y seres de la quinta dimensión.
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