
Cumpliendo con su palabra, las gárgolas han estado siempre presentes en las alturas de los lugares sacros –catedrales e iglesias- evitando que los demonios y las brujas penetren en ellos. Durante el día, asumen la imagen de feroces y persuasivas estatuas de roca labrada sobre dichos edificios, confiadas en que el hombre les dará diurna protección eternamente. A pesar de su horrible aspecto y de su tenebroso pasado, las gárgolas son criaturas nobles y confiables.
Pero los arquitectos de la Edad Media, ignorantes del pacto de nobleza entre ambas especies, cometieron un grave error: sin darse cuenta de que ellas eran seres vivos muy sensibles, temporalmente petrificados, decidieron resolver con ellas los problemas de desagües de techos y tejados.
Así, las gárgolas –perforadas e insertadas con tubos de metal que van del ano a la boca- sufrieron un duro golpe en su ego. No obstante eso, ellas han seguido cumpliendo con su

Hoy las gárgolas sufren de otro oprobio todavía más denigrante: el del excremento de las palomas.
¡Que no nos extrañe si un día de éstos las fieles gárgolas se ponen otra vez –después de más de mil años- del lado de las brujas y de los demonios!
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