
Las risas de sus compañeras desaparecieron completamente cuando Irina les hizo un gesto adusto, pero eso no remediaba su problema: ¿en dónde estaban sus rayas? Una cebra sin rayas no era cebra.
No muy lejos de ahí, Amalia, la abeja, era expulsada de su colmena por algo semejante: las rayas

Josefa, la jirafa, fue advertida por su hermana Marta de que los hermosos cuadros amarillos sobre fondo café de su pelo, habían desaparecido durante la noche. Las jirafas son muy solidarias, así que ahí no había sornas ni reclamos, sino preocupación generalizada. ¿Quién le había robado sus cuadros amarillos a la dulce Josefa (que era un amor de criatura)?

Andrés, el orgulloso leopardo de la sabana que atemorizaba con su gallarda apariencia a las gacelas del río Mocamba, quedó petrificado de horror al ver que su hermoso cuero carecía de lunares negros. Su color era de un amarillo absoluto, completamente humillante para un felino de su categoría.

En una cueva cercana, Alfi, el duende coleccionista de manchas de animales, preparaba su relleno equipaje, feliz por el éxito logrado en la sabana africana de Curumbó, mientras que su cerebro ya estaba pensando en los coloridos animales de las frondosas selvas del Asia meridional, su siguiente etapa.
1 comentario:
Que encanto de narrativa. Me quedé con una sonrisa en mi cara como se fuera la propria duenda colecionista. Muy bien!
He venido del foro de yoescribo y descobri eso oásis de cuentos estupendos! Enhorabuena!
Un beso de Joice Worm
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