jueves, 20 de noviembre de 2008
Brunilda
Desesperada como estaba por mantener a su querido gato negro, a su amigable lechuza de ojos descomunales y a un par de murciélagos querendones que tenía como mascotas, ella tomaba su escoba todas las tardes y volaba optimista hacia el pantano negro a cazar sapos.
Regresaba ya cansada a su pocilga al anochecer, pensando en el mercado de brujas que se llevaba a cabo todos los miércoles por la tarde junto al lago de las sabandijas.
Así, a pesar de su agotamiento por haber hecho brebajes, pociones y conjuros durante toda la semana, todavía le sobraban energías para preparar salamis, chorizos, longanizas y salchichas de carne de sapo, condimentadas con patas de araña, para vender a los duendes, elfos, orcos y ogros de la comunidad.
Brunilda era una bruja muy pobre, pero respetable y responsable, apreciada por todos los habitantes del Bosque Mágico. Sus embutidos de sapo granuliento empezaban a venderse exitosamente, por lo que ella –amorosa hechicera- decidió adoptar a una tarántula roja a quien un pájaro despiadado había arrancado una de sus patas.
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2 comentarios:
Tengo que pasar la receta para mi marido cocinero... Es posible que Brunilda haya descubierto el secreto de la gastronomia. Jaja...
Besos, mi amigo!
Y te enviaré otras recetas más interesantes, con ingredientes asquerosos.
¡Suerte, Joice!
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