jueves, 11 de diciembre de 2008
El último dswatorix
Él sabía perfectamente que era el último macho de su especie en aquel hostil planeta que alguna vez fue dulce y apacible. No sabía con certeza si todavía existían hembras, pero tenía que creer que las había, una por lo menos. Esa esperanza lo mantendría en la lucha hasta el último momento.
La casi improbable supervivencia de su especie pesaba en él más que el desánimo, que la frustración, que el miedo o que el coraje. Tenía que sobrevivir para reproducirse, si es que existían todavía hembras con quien aparearse.
La persecución contra su estirpe había sido criminal. Era su planeta original, pero los alienígenas llegaron ahí con todas las ventajas, dispuestos a adueñarse de ese mundo una vez paradisíaco que pertenecía de siempre a los dswatorix.
Si aún existía alguna hembra de su especie, con toda seguridad estaría oculta en la ladera del volcán Asimoru, así que debía emprender el vuelo hacia aquella lejana región. Pero para llegar ahí, debía necesariamente atravesar el valle de Swaani, repleto de cazadores bípedos.
Intentó hacerlo, cuando un rayo laser inesperado cortó de tajo su ala. Se desplomó sobre un río de lava y murió carbonizado.
Los dswatorix, con su magnífico pasado, habían desaparecido para siempre. Los humanos se habían adueñado, finalmente, del redituable planeta púrpura.
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