lunes, 30 de marzo de 2009
Perdonen las molestias
Aquella pragmática musa, tan inmersa en los asuntos humanos, decidió que era el momento de una revisión a fondo de su contrato laboral, así que puso bandera roja y negra en el cerebro del escritor.
Las negociaciones duraron muchos días, pues ambas partes se mostraban duras e intransigentes.
Ella reclamaba más reconocimiento en sus creaciones, más fidelidad en sus propuestas (el autor abusaba de su iniciativa, ignorando a veces las propuestas de la musa), más néctar de buganvilia, trabajo únicamente en horas hábiles, y algo de tiempo libre para atender a su pequeña hija recién nacida.
Finalmente llegaron a un arreglo satisfactorio, pero durante cierto tiempo el autor dejó de publicar sus cuentos, lo que generó muchas protestas de sus consuetudinarios lectores.
Afortunadamente todas las diferencias quedaron atrás, y las tres partes, musa, escritor y lectores, quedaron del todo satisfechos.
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