jueves, 23 de abril de 2009
El psicoterapeuta
Todas las tardes, aquel pequeño e insignificante ser humano se retiraba a su solitario hogar tras de haberse ganado humildemente el pan de cada día como barrendero en una fábrica poco decorosa.
Pero al llegar a casa, lo pequeño, lo insignificante y lo solitario, desaparecían súbitamente, justo cuando sacaba de debajo de la cama un viejo diván bastante deformado.
En ese momento mágico, seres de todos los mundos (fantásticos, extraterrestres, de otras dimensiones, objetos teóricamente inanimados, etc.), llegaban por todos los medios imaginables (e inimaginables) para ser atendidos por el psicoterapeuta más famoso de todos los universos.
Él se daba tiempo para todos: hadas menopáusicas, duendes que parecían humanos, ogros incapaces de gruñir, zombies que no encontraban su tumba, alacranes homosexuales, dragones con incontinencia, relojes impuntuales, hombres lobo vegetarianos, extraterrestres con acné, musas inocurrentes, dioses relegados y brujas inefectivas.
Todos ellos, uno por uno o en terapias grupales, le platicaban sus experiencias. Él, un verdadero sabio de dimensiones extragalácticas, los aconsejaba y recetaba.
Al día siguiente, él regresaba a la fábrica a barrer los rincones, mientras que cientos de seres de todos los universos se sentían reconfortados por la sabiduría de aquel pequeño e insignificante ser humano, y por la magia de su poderoso y extraño diván desvencijado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario