domingo, 31 de mayo de 2009
La almohada maldita
Era una almohada fina y cara, rellena de plumón selecto de ganso de Toulouse, mullida y suave, forrada con tela de algodón egipcio delicioso al tacto capilar, que además -por su inigualable comodidad- inspiraba toda la confianza a su dueño, quien noche tras noche apoyaba confiadamente su cabeza sobre ella, liberando sus pensamientos y sentimientos antes de caer profundamente dormido. Pero además, sin que lo manifestase de manera alguna, ella era frívola y maldita.
También era sagaz y perceptiva; tenía una enorme inteligencia; una portentosa memoria; y en vez de ayudar a su propietario a pensar claramente, le complicaba con mala fe todos sus razonamientos y decisiones.
Un día su dueño decidió suicidarse, pues sus asuntos iban de mal en peor.
Las almohadas no suelen sonreír, pero esa noche, la de esta historia, sí lo hizo.
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3 comentarios:
Almohada amiga mía, salga daqui, pasa para allí. No me gusta nada que esteas abajo de mi cabeza a decirte mi amiga e confidente e después dejar que me cuelo quede con las peores dolores que mi cuerpo pueda ser testigo...
Salga de mi cabeza malvada, no me gusta como deja mis espaldas.
A mi so me gusta que encante mi cama con su aire importante. Nada más!
¡Hola, amiga!! No sabes el gusto que me da verte por aquí de nuevo. Eres la única usuaria, así que, sin metáforas, es todo tu blog.
Y tu no imaginas las ganas que tengo en leerte escritor! No es por un acaso que volvo y volvo y volvo... y me atrevo a escribir en español... jaja.
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