jueves, 29 de abril de 2010

El párrafo que no debió haber existido


El cuento iba muy bien, y se acercaba el final feliz que todos los entusiasmados personajes esperaban.

Pero el autor tenía otros planes.

De repente, casi al final y sin avisar a nadie, éste introdujo un párrafo inesperado en el que la princesa se enamoraba a primera vista de un villano pernicioso; el príncipe enamorado de la princesa sacó una daga para suicidarse; el Caballero Azul, que apadrinaba aquel hasta entonces maravilloso romance que ahora se desvanecía, retó al advenedizo amante de la dama a un duelo a caballo; el rey, padre de la princesa, se infartó por el dramático vuelco de la historia; los pajes del palacio aprovecharon el desconcierto para robar las valiosas obras de arte; y las damas de la corte lloraron amargamente lo sucedido. Hasta los ratones de la cocina real condenaron el incidente.

Lo que jamás quedó claro fue qué personaje saltó de los renglones del cuento e incineró al autor, si bien ya era demasiado tarde.

Todos sospecharon de Argus, el noble dragón que desde hacía muchos años velaba por la felicidad de aquel reino. Nadie lo volvió a ver jamás.

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