martes, 1 de junio de 2010
Herón y sus raros amigos
Por su fisonomía y sus orígenes, Herón era indiscutiblemente un ser humano, aunque su comportamiento cotidiano lo alejase de aquella clasificación tan primaria.
Hasta entonces no entraba en la definición de ermitaño, pues si bien evitaba a sus semejantes, jamás había logrado estar realmente solo.
Un día, aburrido ya de todo lo humano, decidió fincar su hogar en una oscura caverna en una montaña árida y lejana, esperando estar solo por el resto de sus días, lo que sorprendentemente no duró muchos días.
Empezaron a llegar a ella entes extraños solitarios, hartos y aburridos, seres de otras dimensiones y universos, decepcionados de sus semejantes, al extremo de que la cueva de Herón se convirtió en el refugio de los desadaptados de todas las naturalezas.
Era cierto que Herón, a pesar de ser insociable y refractario, poseía características afectivas y magnéticas. Dicho magnetismo, por lo visto, rompió barreras físicas, culturales, dimensionales y temporales.
En poco tiempo, aquella oscura y solitaria caverna perdida en la hostil y desértica montaña, se llenó de criaturas disímbolas, raras, anormales y desadaptadas, de todos los orígenes y naturalezas, y todas ellas encontraron ahí, al lado del maravilloso Herón, un estupendo lugar para soportar el desagradable universo por el resto de sus existencias.
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