miércoles, 29 de septiembre de 2010
La nariz
Era un nariz autónoma, sin cara y sin cuerpo, pero plena de actividad.
Iba por el mundo oliendo todo lo que podía, porque era todo lo que sabía hacer.
Disfrutaba de las flores, de las mujeres perfumadas y de los aromas culinarios.
Todo iba bien en su existencia hasta que un virus la acatarró.
Perdió el olfato, y con ello las ganas de existir. Se dejó morir.
Hoy ella radica en un extraño cielo olfativo en donde todo huele bien, y muy merecidamente, porque siempre fue una excelente nariz.
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