No era una noche como las que habíamos conocido.
Llegó por el mismo lugar y a la hora esperada, pero era diferente.
No eran las mismas estrellas, y nuestros murciélagos se negaron a reconocerlas, al igual que nuestra luna.
Era una noche advenediza, mucho más oscura y tenebrosa, y rara, sumamente rara. Pero las noches de antes, aquellas a las que amábamos, jamás volvieron: huyeron asustadas ante la recién llegada.
La nueva noche era una noche caníbal.
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