Habito una ciudad espantosa –desde luego hay quien la disfruta- , con más de 26 millones de habitantes.
Quienes me conocen bien saben de sobra que mantengo relaciones con todo tipo de seres extraordinarios (de otros universos) que alegran mi vida, pues los habitantes normales de esta urbe no tienen tiempo de nada, más allá de agredir a los que nos atravesamos en su camino.
Pero hoy, una amiga cercana e inteligente de origen argentino, me preguntó si en el apabullante crecimiento de mi ciudad no hay la posibilidad de que algún ser feérico (hadas, trasgos, elfos, gnomos, musas, hombres lobo, vampiros, duendes, lamias, orcos, ogros, ninfas, troles, xanas, dríadas, etc.) haya quedado atrapado en alguna pavimentación urbana rutinaria.
Reconozco que es posible, y, por lo tanto, asumo la responsabilidad de su rescate.
Apelo a las autoridades de mi ciudad a que generemos un presupuesto para que esos seres únicos y extraordinarios no se conviertan en criaturas fósiles pavimentísticas que algún día extrañemos.
Invito a las autoridades de mi ciudad a apoyar una nueva ciencia: la antropopavimentofeericología rescatística.
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