Quien piensa que en
otros mundos la designación de astronautas es exclusiva para seres superiores científicamente
entrenados, está totalmente equivocado: la mediocridad no es un monopolio del
planeta Tierra.
Tal fue el caso de
Urggg, el astronauta.
Ante una explosión de descubrimientos astrales de todos los
rincones del universo a partir del planeta Arionde, a él le tocó, por sorteo
burocrático, visitar el planeta Tierra.
El proyecto de exploración de un planeta mediano e
irrelevante, con océanos azules y una vida relativamente desarrollada, le fue
asignado a Urggg por medio de un ordenador un tanto obsoleto.
La burocracia de Arionde le asignó una nave anticuada,
destartalada. El presupuesto asignado para el viaje dejaba qué desear, al
extremo de que Urggg se vio obligado a pedir dinero prestado a su suegra para
acabar de llenar el tanque de combustible, con tal de que su misión se llevase
a cabo.
Tras un par de meses de
haber despegado de su órbita ariondana, logró establecerse en órbita terrestre.
Ureggg observó el clima, el paisaje, las
manifestaciones culturales, las
comunicaciones en todas las frecuencias factibles.
Decidió aterrizar en donde su ordenador le indicó que estaba el centro científico-cultural del
planeta Tierra, con la esperanza de establecer una relación relevante con los habitantes de ese prometedor
planeta.
Descendió de la nave, y se acercó a un terrícola que parecía
inteligente.
De un lengüetazo, el camaleón lo enrolló con su larga lengua
y lo devoró.
En el planeta Arionde, el burócrata en turno levantó un acta
que decía:
“El comandante Urggg , asignado a la misión de exploración
del planeta 234 del sector 225, tras de veinte días de no reportarse, se
considera desaparecido.
Se turna el expediente a la oficina de Exploraciones
Planetarias para lo que proceda.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario