Llegó el día en que todos los malos del
universo estaban exterminados por el exceso de superheroes. Para éstos solamente
quedaban opciones de trabajo en Hollywood, pero eran demasiados los aspirantes
para tan pocas películas.
La situación se agravó cuando el público
cinéfilo se saturó de superhazañas y decidió pasar las tardes de sábado y
domingo comiendo churros con chocolate.
Un churrero inteligente inventó entonces el
superchurro. Se trataba de un churro superdotado que volaba, era muy
fuerte, tenía vista de rayos equis, se
hacía invisible, era superelástico y leía el cerebro de sus enemigos.
Su única debilidad era que se ablandaba cuando
lo remojaban en chocolate caliente.
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