sábado, 29 de marzo de 2008

La granja del duende Alegre

DEDICADO A MI QUERIDO NIETO LEONARDO, ANTES DE QUE DEJE DE SER NIÑO.

Alegre es un duende divertido y trabajador, dueño de una pequeña granja muy lejana, justo en donde el enorme arco iris se posa sobre el horizonte de nuestro planeta (del lado derecho, según lo observamos los humanos).

Vive ahí con su amada familia. Su esposa se llama Azúcar, y sus hijos Caramelo y Golosina.

La granja de Alegre y Azúcar –aun siendo pequeña- es muy importante, puesto que precisamente ahí es en donde el arco iris se alimenta de oro en polvo para poder seguir siendo mágico y aparecer después de cada lluvia.

Del otro lado del arco iris (del lado izquierdo, según lo observamos los humanos), Dulzón –el hermano mayor de Alegre- es también responsable de otra granja que produce preciosos colores a partir de las delicadas flores que cultiva, y es gracias al esfuerzo diario de ambos hermanos que nosotros disfrutamos siempre de ese hermoso espectáculo multicolor que se presenta cuando sale el sol después de cada lluvia.



Así, con el polvo de oro que recoge a diario Alegre, y los colores de flores que cosecha Dulzón día tras día, todos en el mundo nos sentimos dueños de la belleza del arco iris.

La vida en la granja de Alegre es muy agradable. Por la mañana, al salir el sol, toda la familia se desayuna con huevos de paloma torcaz y leche recién ordeñada de una coneja.


Los hijos, Caramelo y Golosina, van a la escuela en un patín abandonado por un niño humano, remolcados por un hamster de color morado.

La mamá –Azúcar- se queda en casa a recoger los tiraderos de Caramelo y Golosina, a lavar los platos y –en una escapadita- ve en el ordenador si hay algún correo electrónico de su querida hermana Miel, quien vive lejos, en una granja en donde se cultivan deliciosas zanahorias azules.

Alegre va –lo primero de cada mañana- a recoger la baba dorada de sus caracoles mágicos, de donde saca barriendo -con mucho cuidado- el importante polvo de oro, que después deposita en la olla mágica de donde el arco iris se nutre de dorada energía.

Después de esto va al estanque a alimentar a sus truchas, para lo cual se monta en la espalda de Cuac, un amigable pato de color naranja, quien lo transporta hacia donde Alegre le pide que nade.
Éste, después de asegurarse de que sus truchas están bien alimentadas y contentas, regresa a la casa a comer, casi al mismo tiempo que los hijos.

A toda la familia le gustan mucho los filetes de champiñón que la mamá cultiva en su pequeña huerta detrás de la casa, pero antes se comen una deliciosa y calentita sopa de flor de bugambilia, enviada cada semana por el tío Dulzón, desde el otro lado del horizonte . El filete de champiñón es acompañado por frijoles saltarines rojos que divierten mucho a los niños –que se caen a carcajadas-, pues les cuesta mucho trabajo prenderlos con el tenedor. De postre toman malvaviscos flameados, y luego se van a brincar al jardín, pues los frijoles, aun masticados, siguen saltando increíblemente en sus estómagos.

Por la tarde, Caramelo y Golosina hacen la tarea de la escuela supervisados por Alegre, mientras Azúcar se reúne con sus amigas en el Bingo para jugar un rato y tomar café con galletitas de azucena, toda una delicia.

Ya al anochecer, toda la familia se junta frente a la agradable chimenea, y Alegre suele contar a sus hijos divertidos cuentos de increíbles seres fantásticos que viven en ciudades enormes y que se llaman a sí mismos humanos, mientras que Azúcar lo riñe cariñosamente diciéndole:

“Alegre: ¡ya te he dicho que no es bueno que le cuentes historias fantásticas a los hijos. Pueden tener pesadillas!”