sábado, 4 de abril de 2009

El astro


Nunca supo de dónde vino, porque siempre había estado ahí.

Giraba en una órbita lejanísima alrededor de una estrella que él apenas divisaba.

Lo único claro que tenía acerca de su existencia es que era consciente de ella, y que poseía una extraña forma de metabolismo primario que transformaba la radiación estelar que recibía, en un raro tipo de energía que lo hacía vibrar constantemente. Pero jamás supo cuál era el objetivo de esa consigna, ni quién se la asignó. Era consciente de la complejidad cosmogónica del universo.

Nunca supo de seres vivos como él, pues las bajísimas temperaturas en su órbita inhibían cualquier forma de vida, excepto la suya.

Nunca extrañó la compañía, porque jamás la tuvo. La soledad era su paradigma.

Y sabía de sobra que así sería por siempre, por lo que ni siquiera sufría por ello.