lunes, 31 de mayo de 2010

Croac


Decenas de dioses reunidos en el Olimpo acordaron aquella tarde crear un sapo maravilloso, una criatura con capacidades extraordinarias, destinado a revertir la maldad del pervertido mundo, de cambiar todo en la faz de la Tierra con su mágico croar, con sus alegres saltos de nenúfar en nenúfar, con su natural alegría y optimismo.

Fue así que nació Croac, el sapo de la esperanza.

Pero Croac, a pesar de todas las bendiciones y presagios, heredó los genes de un bisabuelo materno mediocre, calenturiento y haragán.

Los cromosomas de Croac, más allá de todas las características mágicas y benditas inducidas por aquellas poderosas divinidades, decidieron quedarse en el pantano de origen, y croar sensualmente buscando aparearse a menudo con hembras locales ávidas de aventura, eructando con satisfacción cada vez que su larga lengua atrapaba y digería una carnosa libélula.

Con Croac quedó clara, para todos los dioses, la ley universal de que el ADN es superior a cualquier disposición divina.

Croac no modificó nada en el universo, más allá de generar mucho escepticismo en cuanto a la efectividad de los dioses del Olimpo, pero a cambio, creó cientos de atractivos sapitos y sapitas que alegraron sexualmente por muchas generaciones aquel agradable pantano perdido en el maravilloso trópico terrestre.