viernes, 12 de marzo de 2010

Lebenxjaunach


Fue creado como personaje literario principal para un cuento que no se había completado, imaginado por un duende alcoholizado muy creativo en la aldea de los Xjaunach, por lo que se le bautizó como “el engrendo alcohólico de la aldea de los Xjaunach”, o sea, Lebenxjaunach, en el dialecto local.

Era un personaje interesante en muchos aspectos, pero el duende borracho olvidó inmediatamente para qué lo había generado, y entonces lo arrumbó en un viejo cuaderno mohoso que servía como borrador de lo inútil.

En nuestro mundo tan reglamentado por los absurdos científicos, un personaje inédito atrapado en un cuaderno mohoso olvidado en un cajón por un duende alcohólico, estaría resignado a quedarse ahí para siempre, pero eso no ocurre afortunadamente en la aldea de los Xjaunach, en donde el único duende que pretendió esclavizarlos con la rigidez de las leyes científicas fue condenado a engordar hasta reventar.

En el caso de Lebenxjaunach, las cosas salieron afortunadamente de otra manera, gracias a que existía Anajxcua, la hormiga mágica que se nutría de moho de cuadernos abandonados.

Una tarde en que ella exploraba el cajón en busca de nutrientes para sus compañeras, se dio cuenta de que había alguien ahí atrapado. Movió párrafos, frases, renglones y palabras en el cuaderno, hasta que encontró a Lebenxjaunach acurrucado tras de un punto y una coma.

La hormiga se presentó ante el ser de tinta, que de verdad se veía desnutrido por el abandono, y decidió alimentarlo con mohos mágicos de los que abundaban en aquel cajón.

De esa manera, Lebenxjaunach pasó de ser un personaje de cuento inconcluso y olvidado, a ser una criatura viva de carne y hueso (aunque la carne y los huesos de los duendes son de naturaleza muy diferente a los de los humanos).

Ya liberado de aquel viejo cuaderno carcelario, pudo leer con calma el borrador inconcluso del cuento para el cual había sido concebido, y así entendió su situación en esa historia, y, por ende, en el nuevo papel que emprendería en la vida real (no queda muy claro para nadie qué es la vida real, pero todos la asumimos como si ella fuera de nuestra propiedad).

Lo primero que hizo el magnánimo Lebenxjaunach –tras de agradecer a Anajxcua, la hormiga por revivirlo- fue completar el cuento, pues había en él otros personajes atrapados sin razón existencial.

De esta manera todos quedaron liberados y pudieron tener vida propia.

Después, por su naturaleza noble, Lebenxjaunach se presentó ante el duende alcoholizado que lo había creado, para darle las gracias por la idea de concebirlo. Le llevó una manta para abrigarlo y unas pantuflas para que estuviese cómodo, y después le preparó un brebaje parecido al té para sacarlo de su borrachera soporífera.

Una vez cumplidos todos los protocolos y adeudos afectivos con los seres a quienes debía algo en su incipiente existencia, se convirtió en un individuo normal de la aldea Xjaunach, dedicándose a alimentar altruistamente a las hormigas huérfanas, a cultivar setas fibrosas para elaborar cuerdas de violines mágicos, y sobre todo, a su gran afición: coleccionar bellotas irisadas de los esplendorosos árboles luminosos que rodeaban su hermosa aldea, sin estorbosos científicos que la echasen a perder con teoremas, hipótesis, teorías y conclusiones absolutas que nadie, en ese encantador lugar, necesitaba.