jueves, 8 de abril de 2010

La Lata cautivadora


Sabemos por los libros de Ciencias Naturales que la Madre Naturaleza, en sus incomprensibles misterios evolutivos, ha generado todo tipo de seres sobre la faz de nuestro planeta, algunos de ellos verdaderamente extraordinarios, como lo es el de esta historia.

Así, mientras evolucionaban los leones, las lagartijas, los insectos, los humanos y los conejitos blancos, generó una especie de criatura cuya única función es molestar a los demás.

Éstas últimas fueron bautizadas como las Latas, y su éxito evolutivo las hizo pululantes y omnipresentes en toda la faz de la Tierra.

Las Latas son bastante madrugadoras, y suelen irse a dormir tarde, si es que lo hacen. Están en todas partes, esperando que algo vaya bien para llegar a entorpecerlo con sus insolencias, o para complicar al máximo los logros de todos los demás.

Ésta es la historia de una de estas molestas criaturas, una que por razones desconocidas –tal vez por haber sido atravesada accidentalmente por un rayo mágico procedente de la lejana estrella Altair- nació dulce y agradable. No dejaba de ser una Lata, pero en el fondo era buena, cariñosa y en general, cautivadora, al extremo que todos los seres que convivían con ella deseaban que no se fuese y que siguiese haciendo lo que estuviese haciendo.

Aparecía frecuentemente y cuando menos se le esperaba, pero siempre con una hermosa sonrisa y muy buen tacto, así que el humano que supuestamente era su víctima estacionaria, era muy feliz cuando ella aparecía, y le pedía que volviese, que volviese y que volviese.

La Lata, sin embargo, tenía complejo de Lata, y sentía que no era bien aceptada por el humano.

Un día, el humano, que ya se había enamorado de la cautivadora Lata, le pidió que se acostase en un diván y que meditase acerca de su naturaleza de Lata no latosa, lo que desde luego era una anomalía en la naturaleza, pero una anomalía de verdad amorosa.

Finalmente, cuando la Lata de este cuento se hizo consciente de que era una Lata buena y siempre bienvenida, se convirtió en la Lata más feliz del mundo, y siguió por el resto de su vida dando mucha lata buena al humano que tanto la amaba, y quien también por ello fue inmensamente feliz.