domingo, 6 de diciembre de 2009

El repelente


Finalmente la fórmula del repelente estaba completa. Había sido probada en decenas de voluntarias, y con todas había funcionado a la perfección.

Hans Dierik necesitaba nada más hacer que su producto funcionase en atomizadores idénticos a los empleados con los insecticidas –cuestión de identificación mercadológica-, y tener una etiqueta bien diseñada y agresiva, que advirtiese a los usuarios de los maravillosos alcances de la nueva fórmula, con la cual pensaba hacer una fortuna en poco tiempo.

Una vez resueltos los dos temas anteriores, el novísimo REPELENTE DE SUEGRAS salió al mercado.

Los primeros lotes del producto desaparecieron en cuestión de minutos de los anaqueles de cientos de tiendas e hipermercados. Hans Dierik tuvo que comprar una enorme fábrica para poder cumplir con los miles de pedidos que llegaron a su buzón al día siguiente.

También se le otorgó ese mismo año por unanimidad el premio Nobel de Química.

Durante muchos años, Hans Dierik fue aclamado por la humanidad.