domingo, 1 de agosto de 2010

La noche de las acefalaquias


“¿Y qué son las acefalaquias?, preguntó mi nieto.

“Pues eso:
acefalaquias, ni más ni menos que acefalaquias”, fue mi respuesta.


Aquella noche las acefalaquias decidieron salir de sus guaridas. En pocos segundos penetraron todos los cerebros humanos y emborracharon a todas las neuronas.

Éstas, desconcertadas por la inusitada presencia de las acefalaquias, olvidaron sus responsabilidades, y cada una dejó brotar su individualidad. Sus dendritas se movían a placer, y sus núcleos cambiaban de color a cada instante. Aquello era peor que un caos.

Toda la gente se volvió ilógica, irresponsable, inconsciente, irracional, desconocida, durante los pocos minutos en que las acefalaquias poseyeron a sus neuronas.

Pero se sabe de siempre que los humanos aburrimos mucho a las acefalaquias, por lo que aquel excepcional estado alterado duró muy poco tiempo. Éstas decidieron volver a sus guaridas en quiénsabedónde, y pronto las cosas volvieron a ser como eran antes.

Efectivamente, los humanos regresamos enseguida a nuestra vida de siempre, a seguir todos haciendo las estupideces acostumbradas, ni una más ni una menos.