jueves, 5 de febrero de 2009

Los tarantines y el bosque de mandarinas


Provenientes de un cuento del duende Sampión (cuyos cuentos eran de verdad muy malos, pero que tenían la mágica característica de que sus personajes se volvían reales en el momento en que alguien bien intencionado los leía), los tarantines habitan desde hace un millón de años el bosque de las mandarinas que se encuentra en la ribera del río Cucurucu (que en vez de agua lleva limonada), justo en las faldas del bonachón y sonriente volcán Caramelio (que en vez de lava y piedras candentes arroja leche condensada azucarada y malvaviscos color de rosa).

Estos extraños personajes –los tarantines- , tal como quedaron descritos en el cuento que les dio vida, eran al principio una plaga indeseable para los hermosos árboles de mandarina, pues arrancaban la fruta para alimentarse, y sólo se comían un gajo, desperdiciando todo lo demás.

Pero un buen día, apareció por el bosque el hada Conciencia (una criatura muy madura y apreciada), y les hizo ver que debían cortar nada más lo que iban a comer sin generar desperdicios; y también les enseñó a cuidar el bosque, a mimar a los árboles de mandarina e incluso a industrializarlos para el bien de todos.

Así, con la esencia extraída de las mandarinas, hoy los tarantines preparan pociones deliciosas que se venden muy bien en los mercados locales. Estos deliciosos productos hacen que todas las criaturas de la región estén siempre contentas y de excelente humor.

Por lo anterior, hoy se reconoce en los dieciséis universos conocidos que el lejano reino de Tarantania es el lugar más feliz que existe.

Y por haber imaginado hace un millón de años a los tarantines, el duende Sampión tiene ahora un precioso monumento en la calle principal de Taranto, la alegre capital del reino de Tarantia, muy cerca de otro monumento igual de grande y hermoso, que corresponde a la maravillosa y gentil hada Conciencia, honorable patrona de la sonriente localidad.