jueves, 15 de julio de 2010

Las Expectativas, las Circunstancias, las Hormonas y el Disgusto y


El Universo está lleno de deidades menores que, ocultándose de los grandes designios de los dioses consagrados, hacen de las suyas en las nimiedades de la vida de los patéticos humanos.

Juan se había esforzado varios años para llegar a aquella gerencia. Para ello estudió inglés y francés. Madrugó todos los días para tener un historial de puntualidad impresionante. Nunca faltó al trabajo, y sus resultados en el cumplimiento de sus objetivos eran excelentes. Todos en aquella oficina lo sabían y reconocían.

Finalmente se dio la vacante del jefe, a quien la compañía decidió darle la plaza de Director de Exportaciones en Hong Kong.

Las terribles Expectativas habían contaminado el cerebro de Juan. No habían dejado el menor hueco para otras opciones.

La decisión de quién lo remplazaría estaba en Jonathan, un ejecutivo serio y avezado, objetivo e incorruptible, con muchos años en la empresa.

Jonathan revisó con todo cuidado los expedientes de todos aquellos que merecían el ascenso, y obviamente Juan arrasaba con todas las expectativas…menos una.

Las Circunstancias se habían despertado un poco tarde aquella mañana, seguramente ocupadas en otros asuntos, pero llegaron oportunamente.

Aquella mañana, Mariana se levantó a destiempo, como era su costumbre. Nunca se había esforzado en el cumplimiento de sus funciones, siempre llegaba tarde y entregaba sus trabajos mal y con rezago, y ni de milagro pensaba en merecer el puesto vacante. Sabía de sobra que Juan era el indicado.

Pero ese día, Mariana encontró casualmente en su guardarropa una falda apretada y corta que hacía tiempo que no se ponía. Decidió –sin pensar en ninguna otra cosa- que era el momento de recircular aquella abandonada prenda.

Así, como siempre ocurría, Mariana entró a la oficina de Jonathan para disculparse por el retraso y por el trabajo que no había entregado la semana anterior, como era su compromiso.

Las Hormonas decidieron entonces entrar al juego. Los descubiertos muslos de Mariana lo justificaban, más allá de cualquier mérito o demérito laboral previo.

Jonathan, acostumbrado a ver a Mariana desarreglada y con su ropa conservadora, se sorprendió de la minifalda, y en ese momento entraron en juego otros factores alrededor de la decisión que tenía que tomar esa tarde.

Al día siguiente por la mañana, un memorando colgado en un tablero en la oficina principal, acabó con las merecidas esperanzas de Juan, y sorprendió a todos sus compañeros, incluyendo a la incrédula Mariana: ella había sido nombrada gerente.

Juan –al leer aquel inesperado oficio- entró en depresión súbita. Sintió ganas de vomitar y decidió tomarse el día para asimilar aquella relevante decepción.

El Disgusto, que había presenciado en silencio todo el proceso de sustitución del jefe de Juan, decidió finalmente hacer acto de presencia. Con su sonrisa burlona, aplaudió el excelente trabajo de las Circunstancias y de las Hormonas. Pasó una noche excelente, mientras Juan, en el bar, rumiaba su fracaso.

Al día siguiente, Mariana -.quien por primera vez en su vida llegó temprano a la empresa- llamó a Juan para asignarle nuevos objetivos y planes de trabajo.