sábado, 19 de junio de 2010

Fin de semana sideral


Tal vez fue un chisme que las Nubes generaron, o un malentendido entre los Rayos y la Oscuridad, o a que las Auroras Boreales se sentían celosas del Arco Iris, o a que la Noche envidiaba la claridad del Día. Nunca lo sabremos.

Pero el hecho es que la Tierra, desconcertada y ofendida por todo lo anterior, decidió que no habría más Colores en su superficie. El Blanco, el Gris y el Negro se adueñaron de la situación. El planeta Verde y Azul dejó de existir.

La Luna, que siempre había odiado a la Tierra por su gran Fuerza de Gravedad y sus magníficos Colores, se alegró de esa crisis, y su sonrisa malévola trascendió a los planetas cercanos: Mercurio, Venus y Marte, sin mayor información por su relativa lejanía, especularon y asumieron posiciones no del todo ubicadas.

Los demás planetas, los gigantes lejanos, agobiados por los chismes de sus múltiples satélites, jamás se enteraron de lo que estaba pasando en la Órbitas Interiores.

Pero el Sol, un astro maduro con miles de millones de años de experiencia, además de la sabiduría que le brindaba el hecho de que su núcleo generaba fusión y fisión de átomos simultáneamente, puso orden en el Sistema Solar: con una simple explosión de su corola, hizo que todo volviese a la normalidad.

La Tierra se disculpó.

El Verde y el Azul regresaron discretamente.

El Sistema Solar recuperó su buen humor.