lunes, 26 de julio de 2010

El Irrefutable Principio de la Calabacización de las Calabazas


Nota del autor para los lectores que jamás han pasado por Airot: el término calabacizar es muy frecuente entre los duendes de Airot, y significa convertir una calabaza en otra calabaza.

Cuando los viajeros intrépidos logran llegar después de muchas penurias al distante pueblo de Airot, lo primero que ven a lo lejos es un monumento grande en la plaza principal, en el que se ve la estatua de un orgulloso duende de pie frente a una extraña máquina y con una gran calabaza en sus manos.

Ese duende, que en vida fue un sabio científico e inventor muy respetado por los habitantes de ese alejado pueblo, es Maggioto, quien lamentablemente falleció cuando uno de sus extraños inventos explotó a su lado.

La historia de Maggioto es muy aleccionadora, porque su sabiduría era inmensa.
Un día, cuando apenas era un duende mozalbete e imberbe, logró, con su privilegiado cerebro, con unas pocas cuartillas de papel, con una desgastada pluma de ganso tordo y con un tintero de tinta verde, escribir unas complicadas fórmulas que a la postre lo llevaron a descubrir un importante principio de la física.

Como era joven, no todos le creyeron, y fue entonces que decidió dedicar toda su vida, sus recursos y su energía, a demostrar que tenía razón en su brillante y relevante conclusión.

Fue así como unos años después fue reconocido por haber sido el creador del Irrefutable Principio de la Calabacización de las Calabazas, que decía ni más ni menos lo siguiente:

“Dándose las condiciones apropiadas, una calabaza puede desaparecer generando al mismo tiempo una calabaza idéntica a la anterior hasta en el último detalle, y el tiempo que transcurre entre la desaparición de la calabaza original y la aparición de la calabaza resultante es tan corto que resulta imperceptible para los duendes.”

Si bien bastó el reconocimiento público del alcalde de Airot para que la gran mayoría de los duendes locales le creyesen, había por ahí algunos escépticos que decían que era imposible calabacizar una calabaza.

Fue entonces que Maggioto, ofendido, solicitó un crédito al Ayuntamiento de Airot para construir la máquina que llevaría a la práctica el Irrefutable Principio de la Calabacización de las Calabazas.

Ya con el dinero en la mano, él y su sobrino Maggiano se encerraron en su taller a trabajar, ocultos de la curiosidad de los duendes locales que se apasionaban por ver los resultados del misterioso ingenio que se gestaba tras de aquellas paredes.

Tardaron un poco más de un año, hasta que una tarde las trompetas oficiales del Ayuntamiento anunciaron con toda pompa que la máquina de Maggioto estaba lista. Ese mismo día se puso fecha para la gran demostración, precisamente en la plaza principal de Airot, justo en donde hoy se encuentra el monumento ya mencionado que se ve desde cualquier parte del pueblo.

Llegado el gran día, se juntaron cientos de duendes curiosos, la mayoría creyentes en Maggioto, pero también estaba por ahí la media docena de escépticos que nunca faltan y que refutaban el Irrefutable Principio de la Calabacización de las Calabazas.

Fue entonces como –con pompa y ceremonia- el señor Alcalde llevó a la plaza una enorme calabaza para ser calabacizada frente a todos los locales.

El señor Notario tomó nota de su tamaño, de su peso, de su color, de sus estrías, de sus manchas y defectos, asentando todo aquello en un acta oficial, mientras los desesperados mirones deseaban que el espectáculo iniciase cuanto antes.

Una vez registrada, palpada y certificada por el señor Notario la mencionada calabaza, éste la puso en manos de Maggioto, quien con un extraño ritual acabó poniéndola en la cavidad central de la misteriosa máquina calabacizadora de calabazas.

Una vez que la calabaza estuvo en su lugar, se cerró la escotilla, y nada se podía ver de lo que podía ocurrir allá adentro.

Entonces Maggioto solicitó a su sobrino Maggiano que encendiese la máquina, lo que éste hizo presionando un botón, pisando un pedal y halando una palanca. Acto seguido se escucharon ruidos y crujidos, y se sintieron vibraciones provenientes del interior de aquel ingenio, y cinco minutos después, ante los desesperados ojos de los duendes presentes, la máquina se calmó.

Fue entonces que Maggioto procedió a abrir la escotilla y retiró de la cavidad una calabaza idéntica a la original en todos los detalles: diámetro, peso, color, estrías, manchas y defectos, ante los maravillados ojos de los duendes que observaban aquel portento.

El notario quedó impresionado de la semejanza entre la calabaza original y la que en ese momento tenía en sus manos, y con lágrimas en los ojos gritó para que todos lo escuchasen: “¡El Irrefutable Principio de la Calabacización de las Calabazas es irrefutable! ¡Las calabazas son idénticas!

El pueblo entero gritó de felicidad, y Maggioto y Maggiano fueron levantados en hombros por las multitudes. Fue una noche inolvidable.

La fama de Maggioto trascendió, y un día el Alcalde le encargó que inventase una máquina para calentar el agua caliente. Fue entonces que, ya con el invento muy avanzado, éste explotó y mató a su creador.

Una vez enterrado Maggioto en el Cementerio de los Duendes Ilustres en un lacrimógeno funeral, procedieron a levantarle su monumento en la plaza principal.

Unos meses después, su sobrino Maggiano convocó a la ciudadanía para informar de un nuevo principio científico que acababa él de descubrir: se llamaba el Irrefutable Principio de la Bicicletización de las Bicicletas, y, ante los escasos escépticos, aseguró que pronto, muy pronto, verían una maravillosa máquina que desaparecería una bicicleta y dejaría a cambio otra idéntica en todos sus detalles.

El señor Alcalde procedió entonces a otorgarle un crédito inmenso al sobrino del gran Maggioto, pero éste desapareció de Airot pocos días después con todo el dinero que se le había entregado.

Hoy, veinte años después de la desaparición de Maggiano y de los fondos del Ayuntamiento, los apasionados duendes de ese lejano lugar todavía creen en que un mágico día, algún otro descendiente del gran Maggioto llegará para demostrar científicamente el Irrefutable Principio de la Bicicletización de las Bicicletas, apasionante tema pendiente en los anales de aquel distante pueblo de Airot.