miércoles, 17 de febrero de 2010

El rugido del sapo bonachón


Consecuencia de alguna maldición proveniente de la oscura selva tropical, aquel rugido nunca pudo tener un cuerpo de león al cual pertenecer, como hubiese sido su destino.

Fue condenado por las perversas ánimas de aquella húmeda foresta a vagar por siempre en el aire, atemorizando a sus habitantes, pero sin jamás hacer acto de presencia material.

Intentó inútilmente penetrar en los cuerpos de leones y leopardos para poseer una garganta poderosa que le permitiera ser él, y así desarrollar toda su potencia y virilidad.

Finalmente, ya desesperado por su lamentable situación, logro alojarse en el cuerpo de un distraído sapo bonachón y querendón que tenía problemas de autoestima porque su croar era deficiente, lo que lo hacia el hazmerreír de las hembras de su charca.

El rugido finalmente resolvió su trauma de inmaterialidad al encontrar aquella inesperada garganta, mientras que el sorprendido sapo decidió -al analizar su recién adquirido potencial- ignorar a las hembras de su especie que jamás le habían hecho caso, y se dedicó por siempre a enamorar a las desconcertadas y sensuales leonas de la complicada sabana africana.