domingo, 6 de junio de 2010

El perdigón


A nadie debía su magia, ni a los caprichosos duendes de aquel bosque, ni a las divinidades llenas de intereses perversos, ni siquiera a sus genes.
Simplemente surgió de sus adentros, como por generación espontánea.

Lo que él poseía era una magia mágica, un espíritu benefactor inexplicable en un pequeño pájaro.

La percibió en su primer vuelo, cuando decidió salir del nido materno, pues su aleteo irradiaba esperanza y alegría a todos los seres que lo veían elevarse con dificultades sobre el bosque.

Después observó que su trino hacía florecer los árboles y preñar a las hembras.

Y cuando todas las criaturas de aquel lugar empezaban a bendecir al alado recién llegado al mundo, un perdigón maldito y envidioso malogró por siempre a aquel pajarillo maravilloso.

La magia contenida en los restos mortales de la pequeña ave se disipó en la atmósfera, y decidió nunca más incorporarse a un ser mortal.

Dicen que la belleza del arcoíris esconde a un espíritu mágico que alegra la vista de todos los seres vivos que lo observan. Es muy posible que sea el mismo que alguna vez reposó en el alma de aquel esperanzador pajarillo.

Pero eso jamás se sabrá.