sábado, 1 de agosto de 2009

Escape del Reino de la Realidad


Hacía tiempo que no visitaba a mis amigos inexplicables de otras épocas: duendes, gnomos, musas, fantasmas, dragones, ranas encantadas, sapos ganadores de premios Nobel, vampiros, demonios aburridos, ángeles rebeldes, extraterrestres ingenuos, zombies, hombres lobo, brujas, hadas madrinas, yetis, sátiros, cíclopes, cancerberos y seres de la quinta dimensión.

Todos ellos, mis fieles amigos de muchos años, se me acercaron y me recibieron con mucha alegría. Suspendieron sus actividades completamente para venir a abrazarme y a manifestarme que también ellos me habían extrañado. Me hicieron una calurosa y amena fiesta de bienvenida.

Les conté entonces de aquel desagradable mundo llamado el Reino de la Realidad, de donde había logrado huir hacía apenas unas horas, así como de sus monstruosos habitantes: las Necesidades, el Tiempo, los Compromisos, el Qué Dirán, las Presiones, la Envidia, los Celos, la Soledad, la Tristeza, y muchos otros entes fastidiosos de la peor ralea.

Mis amigos inexplicables dudaron un rato en creer que pudiesen existir semejantes monstruos. Les sonaban de verdad fantásticos. Se horrorizaron al saber que en ese espantoso lugar hubiese tantas calamidades juntas, y se compadecieron de mí.

Y cuando la fiesta estaba en su punto álgido, cuando mi alegría existencial parecía eternizarse, la Realidad envió unos malditos emisarios para volver a atraparme: las Obligaciones se hicieron presentes, y me llevaron con ellas de nuevo a mi desagradable vida de siempre.