domingo, 14 de febrero de 2010

Literatura postmoderna


El escritor, aburrido de sí mismo, de sus cuentos y de sus personajes, decidió hacer algo nuevo con su teclado.

Aprovechando sus incipientes conocimientos de ordenadores, creó un software generador de personajes. Como no era muy bueno en cuestiones cibernéticas, sus personajes eran peces que hablaban por las branquias, duendes mitad árbol y mitad tortilla de patata, hadas que arrojaban fuego por la boca, amantes que se convertían en dragones a mitad del romance, etc.

Como sea, la cantidad de nuevos personajes que logró, lo motivaron a otra nueva creación: un software generador de tramas y argumentos.

Así, observó cómo una nave de extraterrestres combatía con unos vaqueros texanos que perseguían a los indios navajos en el Amazonas; una tribu de hormigas pintas que atacaba sin piedad a los nazis de raza negra en la II Guerra Mundial; un dinosaurio homosexual que jugaba su dinero en la bolsa de valores de Wall Street; y una niña con caperuza roja perdida en un bosque, enamorada perdidamente de una seta venenosa obsesionada con matar a su abuela (que por cierto era un sapo albino).

Viendo el potencial creativo de sus dos softwares, el autor decidió hacer un último experimento: combinarlos para ver qué salía.

Fue así que el escritor logró su enorme éxito con el libro Los marcianos que volvían el estómago en el pétalo de la rosa, que narraba la historia de una perversa generación de hongos metálicos (primos del popular pie de atleta) que devoraban almas buenas de mariposas antropófagas vírgenes en plena Quinta Avenida de Manhattan, mientras una lluvia de miel de vacas artríticas anegaba las costas de Suiza en el corazón América del Sur.

Después de esa obra tan exitosa, la literatura tradicional, aquella generada por un simple cerebro humano, careció de todo sentido.