miércoles, 10 de diciembre de 2008

El cielo de los alacranes buenos


Nacieron ponzoñosos, a cambio de ser pequeños y frágiles. Cuando los predadores pretendieron devorarlos, supieron utilizar sus recursos para salir adelante en la complicada lucha por la existencia, a la que fueron arrojados sin consideraciones, como cualquiera de nosotros.

Murieron de muchas formas: aplastados, devorados por las aves, o víctimas de orgullosos productos químicos de origen humano.

Algunos pudieron usar su veneno en defensa propia, y por ello fueron juzgados como indeseables, clasificándolos injustamente en el grupo de los bichos malos, de los parias de la fauna.

En alguna parte del cielo, se sabe que hay un lugar tranquilo para los alacranes buenos, para aquellos que cumplieron adecuadamente con su mandato genético, para casi todos.

Se sabe que Dios, en su magnificencia, jamás olvidó a ninguna de sus criaturas.