sábado, 18 de octubre de 2008

El hada que prefirió ser ama de casa


Fue, como todas las demás hadas del universo, creada por Gea, con la idea de proteger a algún ser humano de tantos avatares que la vida genera.

Fue dotada de mil recursos mágicos y poderosos para cumplir su noble misión.

Sin embargo, en el sorteo de ahijados que la sociedad de hadas realiza año con año, todo le salió mal: le tocó apadrinar a un verdadero patán capaz de cualquier cosa.

Provista de una enorme motivación y vocación de servicio, quiso llevar a su ahijado a ser un humano sobresaliente, alguien digno de presumirse, de celebrar.

Todo fue inútil: el tipo no daba nada de sí. Si había que protegerlo, era para que la policía no lo detuviese; para evitar que asaltase bancos o que violase jovencitas desprevenidas; para que no vendiese droga; para que no hiciese destrozos mayores durante sus consuetudinarias parrandas.

Después de un par de años de vivir aventuras inéditas con su ahijado, decidió abandonar su profesión de hada madrina.

Un elfo guapo y distinguido le ofreció matrimonio, y Gea le permitió entonces deslindarse de sus responsabilidades mágicas.

Completamente decepcionada de todo, se le ofreció la alternativa de lavar platos, de planchar ropa, de cuidar a los hijos, de trapear y sacudir, de recoger las heces del perro y de esperar cada día el camión de basura.

Después de un par de años de esa vida, ella decidió abandonar al elfo y volver a apadrinar al patán.

Hoy, la pareja conformada por el ahijado delincuente y el hada madrina, es famosa por sus asaltos bancarios, por la comercialización de estupefacientes, por la trata de blancas, por sus parrandas de época, por todo aquello que no debería ser, pero que resulta mil veces mejor que soportar al elfo machista que el hada tuvo el infortunio de conocer un pésimo día.

Gea, sabia como es, adora y avala al hada de este cuento.