martes, 16 de marzo de 2010

El último de los monstruos


Se resistió hasta el final.

Soportó todo tipo de presiones, deserción de compañeros, difamaciones, llamadas telefónicas repetitivas, acoso insolente, censuras, soledad, discriminación, xenofobia y desprecio, pero finalmente cedió.

De poco le valieron su fealdad extrema, su prestigio de abominable, sus rugidos espantosos, su olor insoportable y su piel adiposa.

Finalmente tuvo que integrarse a la odiada humanidad, aceptando cirugías estéticas, comportarse bien socialmente, bañarse a diario, afeitarse, arreglarse el pelo y liberar a sus presas humanas encalabozadas.

Pero a cambio de todo lo anterior, logró su objetivo existencial, algo que siempre había anhelado: el banco accedió a extenderle una tarjeta de crédito.