sábado, 17 de mayo de 2008

Korin Pena

Ni siquiera el imaginativo Olimpo griego fue capaz de concebir la existencia de una diosa del afecto.

La pequeña Korin Pena absorbía todo el amor y el cariño de humanos y animales de aquella prodigiosa selva con sus innumerables ríos y lagos, y los regresaba a todos ellos cargados de dulce magia amorosa.

Y cuando todos en nuestra aldea pensábamos que todo el amor del mundo había sido ya repartido, Korin Pena nos demostraba que aún tenía mucho afecto con qué cautivarnos.

¿En dónde quedó la esencia mágica?

La ciencia, la cotidianidad y nuestra absurda forma de ser adultos, han llevado a la extinción a cientos de especies de seres fantásticos, todos ellos cargados de maravillosa magia. La lista de extinciones abarca duendes, gnomos, musas, fantasmas, xanas, elfos, dragones de colores, ranas y sapos encantados, vampiros, demonios, hombres lobo, brujas y hadas, criaturas que alguna vez alegraron o aterrorizaron nuestro planeta con sus increíbles características.

Para esperanza nuestra, recientes estudios científicos han demostrado que si bien los cuerpos de esos seres ya no existen, queda flotando en el ambiente la esencia fantástica que los caracterizó.

La teoría dice que esa mágica e intangible presencia está ahí, alrededor de nosotros, esperando ser reabsorbida algún día por una nueva generación de seres fantásticos que está por nacer en algún lugar indeterminado de nuestro mundo.

Sobre ésta última afirmación científica yo tengo una enorme duda: puede ser que cuando esta nueva camada fantástica llegue con sus cuerpos materiales a reclamar su espíritu mágico, éste ya sea muy escaso o esté totalmente agotado.

Afirmo lo anterior por mi convencimiento de abuelo de que todos los nietos del mundo, en el momento de nacer, absorben de manera natural y como esponjas, dosis enormes de esa esencia mágica remanente que alguna vez poseyeron aquellos seres fantásticos hoy desaparecidos, iluminando así con hermosos colores y alegría, todo el espacio que nos rodea.

Creo poco probable que esos seres increíbles de antaño vuelvan a disponer de aquella magia que los caracterizó. Se volverán rutinarios, como cualquiera de nosotros.

Sé que el mundo mágico de los nietos los desplazará para siempre.